Una de las consecuencias de la crisis sanitaria del Covid-19 ha sido que las casas y edificios de viviendas multifamiliares se encuentran hoy con una ocupación diaria muchísimo mayor comparada con el período antes de la pandemia, producto del teletrabajo o trabajo remoto forzado que las personas tienen que hacer, o de los alumnos de educación primaria, secundaria o universitaria que hoy deben hacerlo de manera virtual desde casa.
En una familia típica de 4 integrantes, que contaba con los servicios de una empleada de hogar que venía todos los días de lunes a sábado a atender las necesidades de la familia, la ocupación diaria de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. era en promedio 1 (sólo la empleada), pues todos estaban fuera de casa. Y en el período de 4:00 p.m. a 9:00 p.m. en promedio era 2, considerando que uno de los hijos regresaba del colegio o de la universidad. Hoy los 4 integrantes están en casa, aunque en muchos casos ya no hay empleada del hogar.
Ahora imaginen en un edificio de viviendas de 15 pisos con 8 viviendas por piso, todas ellas muy pegadas, pues los espacios comunes cada vez son menores y donde las paredes son muy delgadas y las puertas y ventanas no son insonoras, por lo que el ruido traspasa fácilmente de un ambiente a otro. Y si algunos niños son fanáticos de los juegos o de los videos o de las películas o de la música pop o si les gusta hacer mucho deporte con música a alto volumen, entonces la convivencia de más de 100 familias, ósea de casi 400 personas será muy complicada.
Será muy común escuchar dentro de la familia muchas discusiones por mantener el ambiente apropiado en muchas dimensiones – de orden, de limpieza, de silencio, de disponibilidad, etc. Gritos como: ¡¡Apúrate… necesito el baño… tengo clases en 5 minutos!!!; ¡¡¡Cállense que estoy en Zoom!!!; ¡¡¡Bájale el volumen al televisor o apágalo que no me puedo concentrar!!!
E imaginaran los gritos hacia los vecinos cuando algunos ruidos o acciones no son de nuestro agrado. ¡¡¡Oiga señor, su perro ha ensuciado el pasadizo!!!; ¡¡¡Bájele el volumen a la música son las 11:00 p.m.!!!
Y si le añadimos, que como producto de la inmovilización social y el mantenernos en casa, los vendedores ambulantes de frutas pululan por todos los distritos, es común que en varios momentos del día tengamos a dicho ambulante, pasando en su triciclo de forma muy lenta, gritando de forma desaforada a través de su parlante ¡¡¡caserita lleve el mango fresco a 3 soles el kilo!!!, mientras en casa están en medio de una videoconferencia o los hijos en medio de una clase o haciendo una presentación de su trabajo final.
Y es que, la vida como era antes ha cambiado en muchos aspectos y que vivimos ahora una transformación social, que en cierta manera nos acompañará por mucho tiempo.
Pero, como muchas transformaciones, para hacerlas llevaderas, se hace necesario reglas y/o políticas – que urgen establecerlas – y para ello será de gran importancia la participación de todos, incluidas las entidades gubernamentales.
Colocar reglas sobre los niveles de decibeles en cada área respectiva y en los distintos horarios es tarea de algún organismo regulador. Colocar reglas o políticas que normen la tenencia de las mascotas y las obligaciones que deberán cumplir sus dueños también será tarea de algún otro organismo. El colocar reglas internas básicas en los edificios de viviendas familiares, debería ser también parte de lo que defina alguna entidad gubernamental. Y el incumplimiento de estas reglas o políticas ser punibles, a fin de que generen una conciencia de la necesidad que tenemos de establecer nuevas reglas de convivencia.
El no hacer nada, podrá significar niveles de stress muy altos, menor capacidad de tolerancia de las personas involucradas y posiblemente eventos que pueden significar continuas discusiones, peleas que desencadenen en separaciones, divorcios o eventos más críticos que involucren situaciones policiales.
